Norma Graciela Sánchez

Nací el 31 de mayo de 1979, lo que me convierte en un personaje de otro siglo. 
Parida en José C. Paz, nunca me fui.
Soy docente de nivel primario. Escritora por urgencia. Aprendiz de lo que me ofrezca la vida.
Planté varias plantas, tengo tres hijos, un amor y varios libros deseosos de ver la luz.

DE MI RAZA

   Sólo le ofreció su sonrisa desdentada y él, como perro fiel, se acurrucó a su espalda. Un crío revoloteaba a unos metros de la cama y ella dejó que esa mano la tocara.
   ¿Cuántas veces más? ¿No ves acaso que tu cuerpo es una tumba donde murieron todos los amores? Los más soñados, los más remotos. Como pájaros fueron volando entre tus piernas hasta secarte el llanto del vientre. ¿Cuántas veces más?
   Afuera el gato lame su bigote humedecido. Un pajarito cayó en sus garras y el viento despide sus plumas, como a la hoja mamarrachenta de aquel árbol donde una voz te susurró el primer sueño. Y le creíste.
   Adentro algo festeja lamiendo tu mugre y por un rato es feliz. Adentro algo grita entre bostezos que ya es tarde. Que ya no quedan ni las ganas de mirarse y por error en un espejo la   mañana te colorea los ojos. Esos ojos de loba. De loba asustada. Asustada y herida.
   ¿Cuántas veces más? El viento juega a la soga mientras vos tendés su ropa y el más chico te mira con callado reproche. Pero da la vuelta.
   El viento juega a perseguirte los cabellos. Repica tu corazón y las manos se te hacen humo de ramita ardiendo para guiso bajo el agitado parpadeo de tus labios.
   ¿Dónde se esconde tu nombre? ¿Dónde habita con resignada calma de mujer perdida entre la vida y la muerte, mi piedad y mi furia? Quizás entre los músculos tensos o en la gigantesca cicatriz de tu raza, la que ahora huye correteando tras las voces de la siesta como un niño traicionado por el sueño. Por el cansancio del sueño.
Hoy un nuevo rubor escandaliza tus labios. Te han llamado "dulce" y esa simple palabra robó tu corazón hambriento. De antemano las lágrimas te recorren porque saben que otra vez tu disfraz de caperucita te engañó.
   Él juega con sus dedos finos al delicado murmullo de tus cabellos y un beso te eleva. Te lleva al lugar donde eres libre del mundo. De tu pobre mundo de loba triste.
   La canción de la espera pinta de sobresalto los días, hasta cumplir la promesa del "te vuelvo a ver". Tu corazón no miente, pero en esta adolescencia tardía jugás a las escondidas y sólo él se divierte.  Empeñás tus sentimientos por una paga de jadeos y ahora un bulto en tu cintura te deja otra vez sola con la vida.
   Y es una sensación tan extraña. Como sentir una lluvia de verano por dentro, el aroma a tierra mojada. Como el cielo cubierto de estrellas en ese campo desierto. Como esa mirada tan oscura que te alumbra.
   Ahora tus manos acarician la piel del futuro no esperado que bajo la lumbre de nueve meses moldeará una lágrima. Quizás una sonrisa. Quizás una esperanza. Quizás remordimiento.
   Ahí estás y ya no esperás a tu caballero. El diamante convexo de tu vientre alejó hasta la brisa. Porque esta tarde, porque esta noche es un capullo débil y herido. Herido de sueños, de sueños dormidos.
   La marmita repica tu repetido caldo de gallina y por un rato sos feliz junto a lo tuyo. Ese grupo de caritas tan parecidas a vos, tan inmensas en su interior que te colman de ausencia y casi como un acto de ceremonia besas uno por uno y te retirás al patio como satisfecha.
   El viejo árbol te anida. Surca con sus raíces un lecho donde descansar tu espalda. Tu corazón late más que nunca. Sabés que hoy es el día. Le comentás a la gramilla descolorida que si es niña la llamarás María, mientras comienza tu parto. Su alma pura abandona tu carne. Es una semilla de amor y sueño. Una promesa de vida. Una lealtad a la muerte.
   Está en tus brazos y su cuerpito es tan tibio que te estremece. Tan suave que te asusta. Que te asusta marcharte de su llanto urgente reclamando tu savia. Pero esta vez los ángeles no te guardan más que un rincón de agonía. Y me dejás sola en este mundo cuando tus ojos se cristalizan.
    Esos ojos de loba. De loba asustada. Asustada y herida.


A ESCONDIDAS

Una excesiva calma
de mudez y desafío.
Íntima,
           táctil,
                    primitiva.
Como si la misma ola
borrase el mar
y una nube tragara el cielo.
Estoy secándome de silencio.
Perdiendo vuelo
en la gigantez de la palabra.
Como pierde la noche sus luces
en la misma luz.
Como tu cuerpo
en la oscuridad.

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Sin lectores no hay literatura

El río se ríe de las palabras.

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